De
pronto, si necesitas de los servicios médicos inmediatos, pues de súbito, alguna
dolencia, o mal se le ocurrió manifestarse en tu cuerpo, en plena madrugada, y éste
hace que te sientas fatal, percibes que estás en las horas últimas, antes de
pasar al otro lado. ¡One moment please!, antes tienes que preguntarte,
si lo que te aqueja es una urgencia, o una emergencia.
¡Diablos!,
cómo saber si es uno, o lo otro, y cómo distinguirlos, hay algún método, o
manera, pues yo francamente, como diría el comercial, “desconozco
mayormente”.
Sólo
alcanzo a distinguir tal vez una consonante, o una vocal, de más o de menos, en
dichas acepciones, pero la idea de premura, al parecer que yo presumo no se
ajusta al criterio del hospital.
Y
es que el cuadro clínico que presento, al menos para mí resulta grave, que
precisa la inmediata intervención de un galeno, para apaciguar mis males.
Pero
los encargados de la admisión del centro hospitalario al parecer no comparten la
misma opinión. Y si no cumples con los requisitos de admisibilidad, no hay mal
que valga la pena, y tal cual llegaste serás despachado.
De
repente piensan los encargados de regentar éstos, que nos encanta ir a un
hospital de madrugada, para jugarles alguna bromilla, por nuestra falta de
sueño, apnea, o insomnio crónico. Y ya deberíamos estar en casa, en nuestras
camitas y bien dormidos, y dejar de hostigar, porque es un hospital de
urgencias, o emergencias, o como sea que se les llame.
Pienso
acaso, deberíamos llevar a manera de precaución, o tener perpetuamente a mano,
una declaración jurada y por escrito, si es posible con firma legalizada ante
un notario de renombre, y para dar mayor fe, que aquello que estás diciendo es
verdad, pues tu palabra, bueno en general la palabra de cualquiera está muy
subvaluada, es decir, no vale nada, por o que tienes que agenciarte en lo posible de un
par de testigos que den fe, que lo dicho es la purita verdad y que en verdad te
estas muriendo.
En este punto es más probable que te mueras, pero no del mal, que te llevó al nosocomio, sino, por el mal rato que te harán pasar estos nobles seres. Por lo que, mejor quédate en casa, y ruega que los espíritus sanadores y las hierbitas que despreciabas y que gentilmente te los preparaba y ofrecía tú abuela, o tú vieja, obren su milagro, de lo contrario, como dirían los chibolos, ya fuiste.
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