El otro día permanecí
un buen rato reflexionando sobre un tema trascendental, super importante y es
que, en particular cuando arribo a casa, de hecho, cuando lo hace cualquier
miembro de nuestro núcleo familiar, tenemos un procedimiento en extremo peculiar
de llamar a la puerta. Mantenemos ya una clásica y original forma de tocar el
timbre de ésta.
Para nuestra
comunidad familiar nuclear, es tácito lo que expresa cada uno de ellos. Sí, cada
uno y todos los timbrados, de hecho, está explícitamente deducidos e
interpretados por la ley de la esteganografía acústica, que sabiamente hemos perfeccionado
con el tiempo, y su elaboración, manipulación e interpretación, es nuestra
patente de corso familiar.
La continua presión
que ejerce las yemas de los dedos índice y/o anular cuando se posan en el botón
o pulsador del timbre, es como un mini ritual y cuyos pormenores o mayores, sólo
los miembros familiares reconocen y saben lo que significa cada una y todas las
campanadas a la vez.
El común de la gente
puede imaginar y tal vez dirán, ¡diablos qué manera es esa de tocar el timbre!, cuando escuchan la seguidilla e insistentes repiqueteos que se originan
por una desmedida pulsación del botón del timbre. ¡Acaso es
algo urgente, alguien está apurado en ser atendido!, por favor vayan atender
quién es, y ver qué pasó! Me imagino que eso les pasará por la cabeza.
Pero no para nosotros, nada por
el estilo, todo muy alejado de la realidad, más bien este algoritmo acústico se traduce como: ¡holas familia, acabo de llegar, como van, por
favor tengan la gentileza de abrir la puerta, dado a que ahora no tengo la
llave! Si, eso es lo que, cada miembro de
nuestra familia sabe lo que expresa y significa cada nota y repiqueteo de
nuestro ding-dong o door bell smart familiar, y nadie
se incomoda, altera o apura por acudir y prestar ya mismo la atención a dicha peculiaridad
de llamar a la puerta.
Alguna visita que
está en casa, si tiene la dicha y suerte de estar presente, al momento que ocurre este
evento, también puede quedar perpleja, estupefacta y sorprendida por tan
inaudita forma de llamar a la puerta, pues la gente de ordinario, lo normal y usual
que pulsa el timbre es, una o dos veces, y con extrema precisión, y cuidado, tratando
de evitar sonar imprudente, desconsiderado, o insistente.
Nosotros
escapamos a dichas taxonomías y realizamos exactamente 24 pulsaciones por segundo,
sí, ni menos ni más, y todo ello en relación a un elaborado estego de
anunciación de arribo a casa.
De manera que, si escuchas que alguien llama o toca con insistencia desmedida y frenéticamente el timbre de tu puerta, no debes preocuparte, pues sólo soy yo, o algún miembro de mi núcleo familiar que está llamando cariñosamente a tú puerta.
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