Encuentro surrealista
Me
encuentro en casa disfrutando de la copia de mi documento de identificación
personal, después que inicié el trámite por la “red” para la obtención de este simple duplicado, y que hoy sostengo y admiro en mis manos, después de haber
transcurrido dos, o tres meses.
Y
es que, hasta ahora recién reparo en cuán importante y valioso se torna -al menos para mí - cierto documento, algún bien, o servicio por más simple y humilde que éste
sea; sin embargo, se vuelve invaluable, pues representa un
pequeño triunfo, cuando conseguimos que aquello, se haga realidad después de
pequeñas o grandes escaramuzas con el aparato estatal de esta patria.
Tal
evento ya lo creía parte del pasado en consecuencia, oleado y sacramentado. Cierto día examino la bandeja de mi correo y allí está el mentecato correo de esta entidad
burocrática encargada de suministrarlos, que me insta a contarles acerca de mi experiencia, respecto de sus
servicios digitales usados para conseguir el condenado duplicado.
Por
lo que considero, no sería justo ni con ellos y sobre todo conmigo el no poder
dirigirle algunos de mis deseos en relación a ello.
Creo
que Dalí, Giacometti, Picasso y Kahlo, por mencionar a los principales
representantes de la magia de la irracionalidad en todo su esplendor, se
hubiesen vuelto a morir, pero esta vez no por causas naturales, sino de
envidia, al no saber cómo superar a los sistemas digitales que ponen en marcha
todas las entidades burocráticas, y que, sin duda, se llevan todas las palmas,
lauros, y aplausos del surrealismo.
De
hecho, hago un llamado mundial para que estos sistemas digitales creados por
nuestros entes burocráticos, puedan ser anexados en alguno de los dos discos de
oro, que viajan alojados en la Voyager, con rumbo a la estrella más cercana a
la nuestra. Y puesto que su arribo a esta estrellita, ocurrirá dentro de 40,000
años, tenemos tiempo suficiente para inventar, un método, un algoritmo, en fin,
cualquier cosa que haga posible que toda esta información sea anidada en estos
discos, para que otras civilizaciones, siderales, extraterrestres, o
cualquier vida inteligente del espacio profundo, pueda descubrirlas algún día.
Caso
contrario, de no lograrlo no importa, cabemos algún hoyo muy profundo y
metamoslo allí, pero dentro de una botellita, a manera de cápsula en el tiempo, para que las generaciones venideras mediante su
propia arqueología pueda descubrirlas y leerlas, tan igual como lo hacemos ahora nosotros,
con las tablillas de las antiguas civilizaciones de los Sumerios o los Acadios.
Y
en cualquiera de los casos, tanto los extraterrestres, o nuestros sucesores
humanos del futuro, puedan disfrutar y admirar, cuanto adelanto y
eficiencia se alcanzó en la actualidad, gracias a la burocracia de este noble reino.
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