De hecho, la vida nunca ha sido ni será justa y menos aún con este científico belga que llevaba orgulloso su alzacuello blanco. Lo más seguro es que si hubiese vivido en la época de los cruzados o edad media, hubiese sido condenado a perecer cual tea humana en los calderos de la inquisición, por la cantidad de supuestas blasfemias que generaba.
Tal vez sea uno de los pocos científicos que lograron separar ciencia y religión. Sin embargo, en ambos bandos movieron sospechas, dudas, incredulidades. Unos, basados en su racionalismo lógico que todo portador de un alzacuello blanco clerical, ya estaba condenado a priori por ser un siervo de Dios. Los otros, de otro lado, por y con su antifaz dogmático, la religión los obnubila y se niegan aceptar nada más que su propia verdad.
El hecho es que, este genial científico supo separar los caminos de la ciencia y la religión. De manera que, este notable clérigo corrigió los cuadernillos del más célebre y aplaudido genio del siglo 20, “Albert. Einstein”.
Sí, es el autor de la teoría que más adelante se la llamó de manera despectiva,
como el BIG BANG.
Einstein,
hasta lo subestimó y despreció, dado a sus sotanas que vestía y la fe que profesaba, no
obstante, el tiempo se encargó de reparar tan afrenta, y sólo al final cuando
otros científicos confirmaron sus estudios, no tuvo más remedio que aceptar y
aplaudir su brillante teoría y hasta la calificó como, "la más hermosa teoría
que haya escuchado…" ¡Qué ironía no!
Lemaître,
fue el que propuso que el universo no era estático y finito como hasta ese
entonces se creía, por lo que estaba en expansión, y fue más allá, y sostuvo
que, si el universo manaba y se dilata, en algún momento tuvo un origen, al
cual denominó, el gran huevo cósmico o el átomo primigenio o primordial. Y
bueno, el resto es historia…
Así como George Lemaître, mujeres y hombres desconocidos, o relegados por la historia, son los verdaderos forjadores del avance de nuestra ciencia y que más tarde que temprano, serán reconocidos como nuestros héroes ocultos de la razón y la verdad.
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