Poco
a poco, a paso firme y sereno como del que se sabe triunfador, llego presto a
lo que sería el inicio de una nueva odisea. Creo que Ulises ya hubiera
desfallecido si los dioses, cuando pensaba que sus peripecias tras 10 años de
guerra al lado de los Aqueos, y tras otra década más que le tomó su
regreso a Ítaca, le indicarían que aún, ni siquiera sería el inicio del fin de
su aventura. Y volvería a empezar como un ciclo interminable de idas y venidas
cual Sísifo llevando a la espalda su pesada carga.
Me digo, enhorabuena que sus oficinas se ubiquen en un muy afamado mall, pues dado al espléndido verano, me sentaría de maravilla la temperatura climatizada de sus instalaciones, para capear la infernal temperatura exterior.
¡Diablos
y demonios!, re-tonto yo de no haber previsto que, la espera de al menos un par
de horas seria a la intemperie, yo suponía encontrar alguna banca, alguna
piedrita para descansar el cuerpo, cuando menos alguna sombrilla al amparo del ramaje
de un árbol para guarecerme de la criminal temperatura, pero nada. Seguro todo
esto está bien pensado en mi persona, ya que como la mayor parte del año estoy
bajo techo, supondrán ellos, que necesito distender un poco los músculos, y qué mejor forma de hacerlo, manteniéndome parado en medio de la sofocante ola de calor. Y también como la mayor parte del año, la ciudad se torna opaca y gris, por qué no aprovechar estos cálidos y bien iluminados días de verano, pues solo duran tres
meses. Sí, esto es lo que imagino que pensaran. Y doy por descontado que supondrán que esta espera en verdad la estoy disfrutando. Por un segundo pensé que
la importancia y excelente atención al cliente solo era en el primer mundo.
Pero
la cola es larga y parece interminable, y dan las 14:30 pm, cuando
en ese preciso momento, el encargado del gueto, anuncia solemnemente que, como
estamos en pandemia, la atención es hasta las 15 horas, de manera que al interior
del mall las oficinas están llenas. Por lo que, nos indica que tendríamos que
regresar al siguiente día. Así que ni chifla y ni rechifla, ni reclamo ni nada de nada, y
a coger nuestro camino de regreso.
En este punto me pregunto, tal vez debería quedarme a dormir acá en este mismo lugar a manera de acampar, pero creo que los dueños del mall lo verían con malos ojos, así que ni modo, de vuelta a casa.
Paso
la noche en vela y ni bien raya el alba me dirijo raudo a sus dependencias. "M" allí. El
tipo que está en la entrada de la oficina me observa y me dice que tengo que venir
acompañado de una de las personas encargadas del "gueto", le explico lo que la funcionaria
encargada me dio una especie de ticket y que según ella me explico en la víspera,
me extinguiría la necesidad de hacer una nueva cola en el "gueto", por lo que, tendría libre
acceso directo a sus oficinas, puesto que el día anterior no alcancé cupo,
debido a la hora de cierre.
Pero al tipo no le "entran balas", nada, todo le rebota. Así que me dirijo al primer piso. Al estacionamiento del mall, donde se ubica el redil que es, el ante espera de la otra espera que es el "gueto", para ingresar a sus oficinas. Parece un trabalenguas, pero no, no lo es.
La
susodicha encargada de redil, me fotografía y se la envía por su "celu" al encargado supuesto en la
oficina de segundo piso, no sin antes mencionar además mis características fenotípicas,
así como, una descripción pormenorizada de mi vestimenta o algún rasgo distintivo para mayores señas. Y me dice: "ya ok puede regresar". Y así lo hago.
Pero
el tipo de la puerta es infranqueable, le explico lo sucedido, pero nada. Me
dice: “nadies me ha llamado, es más, mi celu no tiene para fotos”.
Así que la única manera de acceder a las benditas oficinas, es con la compañía
de la susodicha o de algún otro miembro del área de espera. Devuelta al redil,
le imploro a los encargados, interceder ante éste "san pedro terrenal", para que éste me de acceso a las oficinas
de la empresa.
Al
fin accedo a sus oficinas, las que nuevamente lucen abarrotadas en su interior, pero por fin
estoy dentro y de acá nadie me mueve hasta firmar el contrato, bueno es lo que
pienso.
Por
fin me encuentro en ventanilla, al cabo de casi otra hora de espera en la cola, mi alegría
es desbordante y se expresa notoriamente en mi sonrisa de júbilo. Después de
tantas horas, días, meses y años, firmaré el contrato que me permitirá tener
acceso al servicio de luz para mi predio.
Luego
de alcanzar toda la documentación al respecto, pues tuve la precaución de
llevar, copias, duplicados y triplicados, más los originales, no obstante, de haberlos
solicitado innumerables veces por la web. Ahora la funcionaria me pide toda y
cada una de aquellas, pues al parecer desconoce y no tiene la menor idea de lo
que estoy solicitando hace meses. Me pregunto, y qué pasó con la cuantiosa y
super copiosa información y documentación que me solicitaban por internet, acaso no la leen, no
la intercambian, y ni siquiera la almacenan o la derivan a donde debería estar
para consulta, y de este modo "aliviar" la vida al cliente-solicitante en dichos asuntos. La funcionaria con toda la documentación, se pierde al interior de
sus oficinas, bueno al menos ahora estoy sentado así que, cualquier otra espera resulta más llevadera. Reaparece luego de media hora y me informa, que todo está ok y
sólo falta un documento. Y es que tengo que gestionar ante la municipalidad
correspondiente la autorización para que puedan realizar los trabajos de
instalación en mi predio.
¡Diablos!., ahora, tengo que gestionar una autorización ante la municipalidad donde está mi predio, para
que los "nenes" puedan hacer el trabajo que les corresponde. Me pregunto, tal vez
también querrán que contrate un par de obreros para realizar la instalción del medidor de la tan ansiada luz.
Y conociendo cómo funcionan el sistema estupendamente "eficiente" de la municipalidad, me pregunto, pasaré otro año más sin la magia de esta bendita energía…
Inmeditamente doy inicio a una nueva odisea, cuyos días y semanas ya perdí la cuenta...
… pasada aquella odisea municipal para conseguir dicha autorización, ni bien la obtengo, la remito inmediatamente. La proveedora del servicio de luz, por medio de un funcionario, me indica que en breve, se apersonarán a mi
predio. Pero nada, nunca lo hicieron, y cuando por fin logro comunicarme con algún
cristiano por medio de la internet, pues lograr comunicarse con alguna persona responsable de estos trajines, eso sí, es otra hazaña. Bueno, ese funcionario después de hacer consultas durante un par de
horas [en tanto permanezco en línea] me contesta que la persona encargada de dicha tarea de instalación, no ha podido encontrar
mi predio.
Dios se apiade de mí y de mis sufrimientos, caigo de rodillas e imploro al bienhechor que me dé una buena gracia.
Me
pregunto, qué pasó con los benditos planos de ubicación, las cartillas de
referencia, los croquis donde se ubicaba el predio que me exigían, y el que
anexé a mi voluminoso expediente.
Mi
predio está ubicado en un distrito y en una urbanización medianamente conocida y
más o menos presentable, me pregunto, antes de la pandemia mi predio estaba
ubicado allí, y ahora después de la cuarentena, se fue a otro lado, por si
acaso fui a verlo. Sí, allí verdaderamente estaba allí, siempre estuvo allí, por
un momento pensé que después de la cuarentena se había ido, pero no, está allí, no
se ha ido.
Por
si acaso gugleo la dirección, sí, tan claro como la luz del día [la única que
puedo disfrutar por el momento] allí esta la refrencia, y esta amable app me conduce directo a la propiedad. Me pregunto, cómo no pueden llegar ellos, acaso, tal vez
habrá que pagarles el taxi.
En consecuencia, me informan que, tendría que enviar nuevamente la documentación por la web y esperar una nueva semana, para la verificación del predio. Por enésima vez me re-pregunto, se habrán enterado que estoy sin trabajo, y por ello tratan de mantenerme ocupado enviando, re enviando, y volviendo (Re) al cuadrado, enviar documentos.
Y si así funciona el
sector privado, entonces qué esperar del sector público…….continuará
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