Ahora como para ser más consecuentes con nuestro medio ambiente y, dado a que la mayor parte si no todas las actividades de los seres humanos y no humanos, produce, crea y multiplica algún desequilibrio en él, deberíamos decretar por norma que, aquel fallecido debería restituirse a la tierra.
De hecho, el gran
hacedor tuvo la genial idea de manufacturarnos de tierra y, es más, nos dio todas
las pistas al respecto de qué hacer con nuestros cuerpos caídos después de la
vida. No dijo, cremarás o preservarás en campos santos, más bien nos es
familiar las citas históricas de nuestros evangelios, Eclesiastés 12:7, Génesis
3:19. Y no de una manera metafórica, sino explícita, como está escrito y
reseñado desde el inicio de los tiempos, y fielmente a ellas, se debería colocar
a todos los cuerpos en bolsas biodegradable y depositarlos en ambientes como,
campos estériles, áridos, y todos aquellos que se puedan mejorar sus extremos texturales.
De manera que, en un próximo futuro y a través de un proceso de biodegradación
nuestros cuerpos logren nuevamente convertirse en elementos básicos como N, P,
K (nitrógeno, fósforo, y potasio), y otros elementos menores, y que son la base
para el desarrollo de un suelo más productivo y edificante.
De esta manera, acabaría
nuestro ciclo, de una manera más eco amigable con nuestro medio ambiente, y
lograr devolver a la tierra, y que mejor agradecimiento y a manera ulterior y
redención post mortem, de corregir y enmendar años y años de contaminación y
polución que ocasionamos durante nuestra existencia, que devolverle a la tierra
un poco de lo que le arrebatamos, un poco de vida, sería genial ello, algo así
como, vida que da vida.
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