Antes al igual que hoy la práctica de comprar fiado,
hoy es toda una institución, pero a diferencia de la pretérita, la cual estaba
basada en la confianza generada por la asiduidad y fidelidad en la compra, y cuyo
único objetivo era sacarte de un aprieto.
Esta nueva se basa en esa enorme veta interna, de explotar y exprimir en
sumo grado mi anhelo y mi insatisfacción de poseer o gozar de algún bien o
servicio, que lo hacen parecer, eficientemente, como una oportunidad única de alcanzar
estos, no obstante, tengo la certidumbre que en todos y cada uno de estos casos
son siempre irrelevantes.
¡Diablos!, me llaman por teléfono a cada instante,
la bandeja de entrada de mi correo, rebosa y florece por las mágicas y
generosas ofertas que las muestran cómo, únicas, limitadas y hasta exclusivas y, que según me re-afirman, han sido confeccionadas y generadas sólo para satisfacer y
garantizar mi estatus en esta sociedad. Si estas tarjetitas de fiado*,
están esperando por mí. Y ¡diablos y demonios crediticios!, quién soy yo, para
despreciar una más de aquellas que, se me ofrecen a sólo firma, es más, ni
siquiera tengo que acercarme a sus dependencias, me prometen hacérmela llegar
en pocos minutos, allí a mi domicilio. Genial, sin duda Dios existe, me digo a mí
mismo.
No hay manera de sustraerme de aquello, hecho
una mirada a mi cartera especialmente adquirida, como oferta exclusiva y única
para alojar a estos dúctiles plásticos, y sí, se aprecian y se ven muy cool,
todas y cada una de las tarjetitas en ella, que se han empeñado en brindarme algún
banco, alguna tienda departamental o hasta algún autoservicio de retail. Pareciera
que las colecciono, o algo así, las hay de diferentes colores con singulares
diseños, quizás en futuro muy, muy pero muy lejano, serán un elemento de culto
para coleccionistas aficionados, por lo que, me digo nuevamente, por qué no, una
más, y hasta tal vez debería de preguntar si las tienen en un formato más eco
amigable o cuando menos reciclables, digo, como para no desentonar con esto de
la sostenibilidad ambiental. En este punto, pienso acaso debería de optar por
esas tarjetitas de “fiado digital”, pero sé que, al final esto de
las nubes, drive’s, o e-Cloud, son tan o más contaminantes que los plásticos en
físico que cargo conmigo, en fin.
Pero ayer como hoy y como será eternamente, habrá
morosos como yo, que siempre se atrasan en los pagos. Pero en antaño, tarde o
temprano pagabas el total de tú deuda sin cargo de mora. Pero hoy, es una
interminable cadena de gravámenes de nunca acabar, de fraccionar y renegociar, vender
y volver a readquirir, deuda e intereses de los intereses que ha generado la
mora y, toda esta retahíla de aranceles que puntual y religiosamente me aplican, como penitencia por el retraso en los pagos. Al final, me resulta algo así como
un calvario económico, esto de las tarjetitas de fiado.
¡Diablos!, me cobran por el derecho habiente
de poseer cada una y todo el rosario de tarjetitas que usufructuó, no se
realmente lo que significa ello, pero si lo dicen ellos, ni hablar no hay de
otra, así que, a pagar el derecho de membresía, los diferentes e innumerables reportes
que emite el banco, alguna
prima de seguro de robo, antirrobo, y un par más que realmente no recuerdo. Me
cobran por usar la ventanilla por cada una y todas de las transacciones u operaciones
que realizo a través de ella. Me cobran por algún seguro de vida, de fallecimiento, y ¡diablos!,
hasta hay una penalidad de resurrección, creo que no es cristiano cobrar este
emolumento, en fin. En este punto omito la costumbre de cliquear en mis manos un poco de alcohol
gel del dispensador, que ponen en la puerta para desinfección, no me la quieran
cargar a mi maltrecha economía.
Y no hay curso super intensivo, inmersivo o al
paso de aquellos que, enseñan economía personal para dummies, que logre
disciplinar mi afán por el uso masivo de estas tarjetas de fiado, por lo que
una vez recuperada mi libertad económica, prometo botar al tacho, cada una y todas
las tarjetitas de fiado que dispongo, mejor aún, las guardaré no como un souvenir, si no, con la esperanza de recuperar algunos centavillos producto de la venta
de éstas a algún coleccionista de un futuro utópico, explicado líneas arriba.
Pero mientras ello sucede, estoy contemplando volver
a echar mano de una noble y vieja buena práctica del trueque,
para mis futuras operaciones comerciales, a fin de evitar la codicia desmedida,
intereses agiotistas, de estas formas de fiado moderno que me han esquilmado
hasta la piel.
Pero es posible que este noble comercio
olvidado, también sea la próxima víctima de algún visionario emprendedor codicioso,
o un gurú económico, la contamine como lo fue la práctica noble y sana del fiadito.
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*Tarjeta de fiado: llámese también para este caso, de crédito y otras variantes.
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