CAPÍTULO: UNO o DOS o TRES o el que sea
Llego sumamente puntual y después de otra espera interminable en los exteriores, al fin accedo al interior de la instalación gubernamental, en la cual tengo ya reservada mi cita, para una atención personalizada.
Felizmente hay sillas
al interior de ella, la cual hace más tolerable otra espera más, pero mi impaciencia
va en aumento, pues el funcionario que está atendiendo en la ventanilla a la cual
me asignaron, al parecer tiene otro concepto de lo que es eficiencia, al menos,
como yo la concibo. En consecuencia, me animo a examinar su performance.
Está atendiendo a otro solicitante como yo. Observo que está revisando los documentos, admiro y
envidio la tranquilidad y parsimonia como lo hace, de pronto, deja de atender a
dicha persona, se levanta y va pasando por los diferentes cubículos, como el
suyo, que están a su lado izquierdo y va saludando con un amable toque en la
espalda a sus colegas y camaradas, me digo a mí mismo, de repente se olvidó de
saludar antes del inicio de su jornada de trabajo, muy considerado y amable de
su parte. En algunos de ellos, se detiene un breve minuto, se gastan un par de chascarrillos
de oficina, si lo sé, pues hay risas y señas evidentes que disfrutan de su trabajo
y cómo no, distenderse con alguna anécdota al paso, genial, más aún, cuando
pasa por el otro cubículo donde hay una coleguita agraciada, éste le dedica más
tiempo, si realmente ella merece aquellos minutos y quizás muchos más, y es
notable la empatía entre ambos, hay más risas y coqueteos al vuelo, diablos
super genial. Y yo aquí sentado coqueteando a mi paciencia, para que ésta no
haga estragos en mi ecuanimidad. Al final, este se pierde en el fondo de la
sala, e ingresa a otra sala, no tengo dudas, para hacer alguna consulta importante. Después
de un buen rato, y solo por fines terapéuticos, pues mi desesperación va en
progresión geométrica, así que omito tal gradación cronométrica desde que salió
de su mesa de trabajo hasta que está de vuelta. Por fin, sin la menor prisa, arriba
nuevamente al mesón suyo, no sin antes, retrocede a recoger alguna impresión de
la fotocopiadora que tiene tras suyo a unos dos metros.
Y extiende el documento
a la persona que está atendiendo, supongo para que lo examine. cuando de
pronto, recibe una comunicación telefónica, e inmediatamente contesta antes que
termine el primer repiqueteo y ya está al habla, diablos qué eficiencia en la
manera de contestar el móvil, me digo para mis hondos adentros, si es que
existe esta oración semántica, y se aleja, sólo deslizándose con su silla un metro más
atrás, como para no compartir la comunicación con el peticionario que espera en
ventanilla.
En efecto, se le
nota relajado y muy cómodo pues está reclinándose en su silla, a manera de desperezamiento
y estiramiento muscular, diablos, estoy muy seguro que su espalda se lo agradecerá,
si muy seguro de ello. Hay algunas risas con quien está al habla, y al parecer
nada le perturba, por fin, da por concluida la cháchara y vuelve a donde estaba,
tras unos intercambios con la persona en turno, da por terminada la comparecencia.
Sí, sí, sólo falta
una persona más, y ya el turno será mío.
Pero antes de
llamar al sucesivo, nuevamente se levanta, y otra vez el mismo rito, pero ahora
del otro lado, pues este tipo está ubicado, o bueno su cubículo se ubica en el
centro, y tanto a su izquierda y también derecha, hay más cubículos como el
suyo.
Esta performance
parece interminable, felizmente esta vez, confraterniza sólo con dos colegas de
las otras ventanillas que están de este otro lado. Y regresa y toma asiento,
coge el antiséptico y se pone a limpiar juiciosamente, sus manos, el ordenador,
la parte de mesa que queda libre entre su “compu” y el que tiene como escritorio,
y si, se toma su tiempo. Me digo a mí mismo, cuán escrupuloso y cuidadoso es
con la desinfección de sus aposentos laborables, diablos nunca está de más la asepsia,
pese a que no hay contacto real con los solicitantes, pues hay cristales
transparentes que delimitan los cubículos, y sólo hay una mini rendija inferior,
para alcanzar o recibir los papeles a través de esta. Muy loable como este tipo cuida, su salud, mental, corporal, ¡diablos! que envidia.
¡Al fin!, llama al que sigue y después, ¡oh gracias al todopoderoso que
está en los cielos!, y después de tanta espera, me tocará a mí. ¡Si, gracias
Dios!
Ahora, al parecer
ya terminó con dicha persona que estaba en el turno precedente, y me apresto a
cercarme a la ventanilla, pero cuando me dispongo a ello, me envía una clara
señal, inequívoca y universal, con su mano extendida y enseñándome la palma de
su mano, y es la que dice subliminalmente y literalmente, “alto allí”.
Cuando veo que se lanza a practicar nuevamente el mismo rito de pasar de
cubículo en cubículo, tocando las espaldas, y entre bromas que van y vienen. Diablos,
¡en verdad en verdad os digo!, estos tipos disfrutan su trabajo.
Hasta que nuevamente
se pierde en dirección de la habitación contigua, para regresar al cabo de un
rato, ejerciendo el mismo protocolo. Al fin, toma asiento, ahora hace una breve
pero cuidadosa revisión de su móvil, si nunca esta demás realizar ello, pues
quizás hay algo importante en las redes de la cual se está sustrayendo, lo cual
sería imperdonable. Para luego por fin, dar con el rito de la desinfección y
asepsia, creo que, “Asclepio” dios de la medicina y de los santos
remedios, estaría muy orgulloso que éste sea un buen y noble discípulo.
En este punto, mi
paciencia se extenuó, pero recuerdo inmediatamente, y cual destello de vida
edificante, se me hace la luz, conociendo la reacción pueril de estos burocráticos,
cuándo opté por encararles a los encargados de las citas virtuales, su casi
nulo profesionalismo. Así que, tomó asiento, y haciendo de tripas corazón y con
la mejor de mis risas forzadas, lo saludo cordialmente, caso contrario, el
susodicho sintiéndose ofendido, invoque algún artículo o versículo de algún
reglamento inexistente, o alegue la falta de un supuesto documento y de por
terminada mi solicitud antes de haberla empezado, en respuesta a mi diatriba,
por lo que me siento renacido y fortalecido y omito ello, y sólo me centro en
la exposición a lo que me llevó a esta pequeña odisea.
Finalmente, todo ha terminado y voy saliendo con mi descargo sellado, apostillado y refrendado en mano. Por curiosidad sigo con la vista al
funcionario burocrático, para reparar adónde se dirige, después que termina de atender a cada persona en turno, pues en realidad mantenía la
inocente idea que la habitación a donde siempre se dirigía era alguna oficina
de algún colega, o jefe, y con él o los cuales, había que ejecutar coordinaciones
imprescindibles, para un mejor y óptimo servicio al contribuyente, pero
mientras salgo, observo que, es sólo una sala vacía, una especie de hall, donde
hay una mesa y sillas vacías, observo que toma una silla de estas, se sienta cómodamente,
saca su móvil y empieza a revisarlo concienzudamente. Sin duda está revisando y
leyendo, estoy plenamente seguro, asuntos sobre, cómo ser más proactivo y
eficiente, cómo prestar ayuda rápida y eficiente a cada contribuyente, si, no lo
dudo. Ahora me pregunto, si acaso tal vez fui injusto con los encargados de la gestión de los wasaps de estas formas digitales, pues al igual que este susodicho, seguro que, cuando
nadie los ve, están aún más enfrascados en instruirse y enseñarse en, cómo dar
una excelente atención al contribuyente.
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