CAPÍTULO: MENOS UNO
Me encuentro en la sala de espera para
acceder a la ventanilla donde algún funcionario a cargo, debe evaluar mi
solicitud, que presentaré a manera de descargo, pues están cobrándome, como
diría mi vieja, “unas gabelas” que ya las “recogieron”
puntualmente en su momento, con alguna retención bancaria.
Pero mi impaciencia
se incrementa pese a que ya estoy dentro, al interior de sus instalaciones y próximo
a acceder a la ventanilla.
Y es que, cada
encuentro con la burocracia pública y hasta privada, se han convertido en
escaramuzas o en pequeños o grandes vía crucis personales.
Inicialmente, cuando
me acerqué a sus instalaciones y después de alguna interminable cola, me
dijeron que, lamentablemente tenía que solicitar una “cita” para
poder atenderme, pero para acceder a ello, tendría que hacerlo vía wasap y me
indica expresamente que esos números son de wasap y no de comunicación telefónica.
Ya en casa, me
dispongo a realizar la reserva aconsejada, en los cinco números que me
extendieron para tal fin.
Digito uno de
ellos, cuando una especie de contestador automático contesta al instante, ¡que
genial me digo, sabiendo esto cuánto tiempo me hubiese ahorrado! si en
efecto, seguidamente me pide información general acerca de mis datos personales
y lo hago según las indicaciones, con la esperanza que la cita también sea
igual de rápida y automática.
Pero dado a mis
encuentros cercanos con la burocracia del tercer y cuarto mundo, me parece que
algo anda mal pues fluye rápido y fácil.
Hasta que, han corrido
como cinco minutos de aquello y no hay respuesta. Les escribo: “aló hay
alguien allí?... Pero nada, no hay respuesta ni réplica automática.
Entonces pruebo con otro número, si inmediatamente el programa predeterminado
me responde y pide nuevamente la misma información personal, al cabo de la
cual, tampoco hay respuesta alguna. Pruebo con otro número y con los
subsiguientes, y nada, solo el breve logueo automático, pero sin dúplica, ni réplica,
ni nada, todo es silencio.
Ya ha pasado algo
de media hora en espera, y nada, pese a que de "cuando en cuando" les envió un ¡aló!,
o un signo de interrogación, pero nada.
Creo que estos
sistemas burocráticos tratan de poner a prueba nuestra ecuanimidad, buen juicio,
y desarrollar cualidades como, una sosegada paciencia. Pero la mía, está a
punto de explotar, ahora mismo, me estoy acordando de la santa madrecita de
este alcalde, y tal vez de su abuelita y la mami de ésta, y de toda su parentela,
claro en buenos términos por supuesto.
Por lo que opto
por una estrategia que nunca me ha fallado, a uno de los número digitados, escribo
pese a que no he obtenido respuesta en ninguno de ellos, increpando la descortesía
y grosería, le indico, su falta de profesionalismo del ente para el cual
trabajan, así mismo le hago saber, la poca empatía con los contribuyentes, y le
remarco el pésimo servicio, pues lamentablemente no saben valorar nuestro
tiempo, y recalco que, su educación es totalmente reñida con lo que debería ser
el buen trato, cortés y educado al ciudadano, que al fin y al cabo, es el que
les paga el sueldo, por las innumerables y sobrevaloradas tasas municipales que
le aplican a uno por vivir en esta triste ciudad.
En el otro número
opto por una estrategia más amable, y les escribo suplicando que, por favor
conteste el requerimiento de darme sólo, “la cita” para
cualquier día que ellos tengan a bien elegir pues ahora estoy pasando por una
emergencia y debido a ello, me es imposible seguir esperando así que, por favor
contesten tal pedido, por Dios y por lo que más quieran.
En los otros números
digitados, lo dejo así, solo eventualmente, les escribo con un signo de
interrogación como para dar a entender que estoy allí esperando.
¡Diablos! Han pasado
otros 15 o 20 minutos de espera, y casi una hora en total desde el inicio de
esta plática vía wasap, y hasta ahora unidireccional. Y nada, cuando me doy por
vencido y perdido, al final el número al cual escribí indignado, me contesta
que tienen demasiado trabajo, y que los cupos de citas están agotados, y que
vuelva a intentar, pero la siguiente semana o mes… ¡PLOP!
Es una clara
represalia a mi protesta, si no hay de otra, y da por concluida mi comparecencia
con ellos, no sin antes, agradecerme por hacer uso de dicho servicio…
¡RE-PLOP!
Felizmente, en el
número que digité y en él que, les escribí y me mostré amable y urgido, al cabo
también de un buen rato, por fin me contestan, asignándome la cita para
presentar el descargo en sus instalaciones, al día siguiente.
Los otros números
jamás contestaron pese a mi insistencia, felizmente ya tengo el número de reserva,
el resto ya no importa… continuará
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