Sólo es cuestión de tiempo
para que la tierra, esta vieja tierra, tome su revancha y recupere y depure
todo lo que le fue arrebatado.
Y no se trata de una
lucha, porque, en cuestión de lides, se necesita de dos bandos, y acá, sólo hay
un bando, es una lucha del hombre contra sí mismo, parece algo tonto y
ridículo, y lo es, pues este presume ser, el más inteligente que habita sobre
la tierra, pero no lo es, y no alcanza a comprender, que las reglas de la
naturaleza se rigen por sus propias reglas y cualquier tipo de inteligencia
ajena a esta, para ellas es irrelevante.
El hombre es el real y único agresor, opresor y a la vez víctima, pero de sus propias decisiones.
La vieja tierra ha estado
desde siempre acá, y el hombre hace su aparición en esta, digamos que, en
términos de un calendario terrenal, sólo en el último minuto, de esta colosal
cronología. Y la paciencia y el tiempo están del lado de esta vieja tierra.
La naturaleza se abre
paso, a pesar del hombre. En cualquier parte de los espacios conquistados por
el hombre, y donde este sembró cemento, concreto, ladrillo, u otros, vemos como
alguna que otra planta, se abren paso a la vida, sólo hace falta una pequeñita
hendidura por más insignificante que sea para que, la naturaleza reconquiste lo
que es suyo.
Una sola y simple planta y
sus aliados naturales, tiempo, agua, sol, y retomarán sus dominios.
Y cuando el hombre ya no
esté, inexorablemente recuperará plenamente su heredad, sin prisas, y sin mover
un dedo. Sólo es cuestión de tiempo, para que la vieja tierra reintegre
plenamente bajo su ala, aquello que otrora le fue arrebatado. Y nuevamente la
belleza y el esplendor de ella en su máximo grado brillará y permanecerá hasta
el fin de los tiempos, y no sé, si lo bueno, o lo malo, es que, no habrá ya, más humanos, para disfrutar o dañar, tan pródiga belleza.
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