De hecho, no hay extraterrestres en mi país, menos aún seres provenientes del planeta Marte, bueno algunos individuos tienen un parecido muy vívido con ellos, más bien diría, con las imágenes estereotipadas de acerca como sería su fisonomía, si en verdad existieran, pero no pasa de ser una mera similitud con aquella imagen mental icónica de un "marciano E.T*" y, no es más que un pequeño chascarrillo socarrón al realizar dicha comparación.
Dicho esto, creo que en ninguna otra parte del mundo puede haber tantos marcianos como lo hay en mi país, y vienen en recreativos colores que a su vez están asociados a una infinidad de sabores frutales, al menos de aquellas que están en estación.
Aquí en mi país toma dicha denominación, "marciano" a un tipo de helado artesanal, creado
en los hogares de nuestra niñez y afiebrada mocedad para satisfacer y recrear
nuestro gusto por los gelatos italianos, pero acá, en cada una de nuestras
ciudades se los elabora en base a la fruta de estación. Y es esta fruta, es la que si estruja o licúa, en combinación con leche o agua, y cuyo producto final, después
de exponerlos al frío de congelación, emergen como sólidas salchichas alargadas,
pues previamente se los ha embutido en unas fundillas plásticas alargadas, de más o menos unos
20 centímetros de longitud. Y a disfrutarlos, o chuparlos, de allí que también viene
su otro sobrenombre característico de, “chupetes”.
Quiero
creer que este apodo de “marcianos” se tomó en base a que, un italiano llamado Giovanni
Schiaparelli *quien, a través de sus observaciones por telescopio, al
planeta rojo descubrió que, aparentemente su superficie presentaba una especie
de “canalli”, y dado a una confusa y rara traducción de dicha palabrita, dio origen
y desató la imaginación, especulaciones, creencias, y todo un corpus de obras ficcionadas, acerca de la existencia
de vida en este planeta. Pues se suponía que cierto ingeniero agrónomo marciano
tuvo que haber hecho dichos canalitos.
En
consecuencia, estos "canalitos marcianos" tienen un parecido a las fundillas de plástico
que albergan a nuestros propios marcianos, de allí, una cosa llevo a la otra, y
el resto es historia. Y bueno es la historia que le cuento a mi menor hija, cuando
la observó preparándo estos manjares, y me hace recordar mí niñez, cuando era un crío, y al igual que ella también innumerables veces los preparaba.
Ahora,
estos marcianitos ya no se ven por ningún lado, y los pocos marcianos que aún
sobreviven los han rebautizado como chups o algo así, pero para mí serán los
memorables marcianos de siempre.
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* Giovanni Schiaparelli. Inspirador de todo el corpus de las obras ficcionadas marcianas.
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