Qué hacer
Empieza
la temporada de elecciones, sean estas vecinales, regionales, o más globales
como las generales, en fin, y de pronto todos estos aspirantes a regentar mi mundo
doméstico, ya me conocen y reconocen.
Hace
rato que me dejó de concernir estas cuestiones políticas, no por falta de
chauvinismo del correcto por supuesto, al contrario, más bien va por un tema de
ecuanimidad y sanidad pública, más que pública por un tema de asepsia mental, pero
mía.
De
manera que, en todo este tiempo de oscurantismo del cual soy un devoto y pío seguidor,
respecto de estos temas, me he dado cuenta que soy un tipo más cuerdo,
equilibrado y hasta feliz.
Más
ahora en estos tiempos electorales, la bandeja de mi correo está a punto de explotar por la
cantidad de mensajes, cartas, fotos, arengas, promesas, en fin, y cualquier
tipo de elemento que permita tal comunicación no son omitidos. Al final me
indican que, son ellos(as) los que el barrio, la comunidad, la ciudad, el país,
pero qué digo, ¡lo que yo y mi familia necesita ya mismo!, sí son ellos y
ellas, los meros meros*.
Podría
decirse que ya son mis amigos de siempre, pues saben no sólo mis correos profesionales,
sino los personales, y hasta me llaman cariñosamente con mi nombre de pila,
¡diablos! En este punto sólo falta que me llamen hasta por mi chapa**.
Trato
de evitarlos, pero en la red como toda propaganda intrusiva por más que tratas
de omitirla, se planta en tu ordenador una y otra vez, de manera que, obligado no
por voluntad propia, echo una mirada a sus misivas.
Al
cabo de las cuales me pregunto, cómo he podido habitar y sobrevivir todos estos
años sin ellos, al parecer me hacen saber que, con mi voto labrarán en estas tierras
ese pedacito de cielo que yo y mi familia se merece. Y me hacen entender, que ya
me consideran parte de ellos, pues sus arengas acaban en algo así como, ¡juntos
lo lograremos!
La
verdad, mejor cierro mi ordenador, pues mañana todo seguirá igual, y si Diosito
y todos los santitos lo quieren será peor, pues ni bien se acomoden en sus
nuevos y cómodos puestos, no se acordarán de mi nombre, ni de mi chapa, ni de nada.
Y si acaso me cruzo por el camino de ellos, o ellos por el mío, habrá un
séquito de acólitos uniformados que detendrán sin consideración ni miramientos mi
marcha, y sin asco ni vergüenza, detendrán todo el tránsito vehicular y peatonal para que estas
dignísimas autoridades tengan la preferencia de paso sin ser molestados, total, mi apuro, urgencia y necesidades pueden esperar.
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*"El mero mero". Dícese de... la verdad no tengo la mínima idea de lo que pueda significar
**Chapa. Para este caso
sobrenombre... eso creo
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