Diariamente llegan innumerables correos a la bandeja de mi ordenador, desde spam a los más formales. En cualquiera de los casos cuando se filtran e incrustan porfiadamente más de lo prudente, trato de eludirlos, no obstante, por más que los omito y solicito exceptuarme de su portafolio de manera sempiterna, pues al parecer, mis demandas son ignoradas, al contrario, se disputan a invadir todas las plataformas de mis correos, sea el personal, profesional y, hasta de aquel correo que empleo para ejercer el noble oficio de mí ocio digital.
Al revisar la bandeja del ordenador, reparo en cierto correo que está usando la dirección de mi correo personal, pues sabe y me nombra con mí nombre de pila. En él se me pide avalar una petición de carácter internacional, cuyo objetivo es liberar a cierta activista de derechos civiles, que, al parecer, el gobierno tirano y dictador de su país, pues la tiene encarcelada.
Lo que me parece genial, esto de poner en aprietos a cualquier régimen autócrata o democrático que, no toleran ni admiten otras formas de pensamiento más que su particular punto de vista y persiguen a aquellos que les resultan incómodos. De manera que sin dudarlo firmo la solicitud, pues no soporto la idea de que alguien esté privado de su libertad solo por ejercer el derecho de opinar diferente.
Al parecer solo necesitan algo de 5000 firmas para dar curso a tal petición y procedo a refrendarla digitalmente. A continuación, el paso siguiente me indican es hacerles llegar mediante algún monederito digital un monto en cualquier tipo de moneda, local u otra más global, en fin, ya que, con dicha acción, la petición será más contundente.
No obstante, dado a que no estoy en condiciones de financiarme siquiera un lonchecito vespertino, pues omito tal sugerencia, y más bien después de firmar aquello, procedo a cerrar mi ordenador.
Al siguiente día, como siempre reviso mis correos y examino que hay un par más de aquellas peticiones similares al de la víspera.
Esta vez, son de carácter local y, tanto una como la otra, apelan a mi conciencia ecológica y ambas me invitan a unirme en dichas peticiones. La primera tiene como fin, evitar que un parque local se convierta en cemento, y la otra, indica que con mi firma, lograrán que la autoridad a cargo del cauce de cierto río, tome acciones inmediatas y proceda a su inmediata limpieza. Y ambos casos [a continuación] dan por sentado que el apoyo también debería de ser económico, para que estos propósitos altruistas ejerzan más robustez y vigor.
No obstante, me eximo del apoyo económico y solo las refrendo.
Al siguiente día, y en los sucesivos días y semanas, aparecen en la bandeja de mi correo innumerables peticiones que abarcan todos los géneros sociales y, van de las domésticas hasta las más globales. ¡Diablos!, acaso los gestores de estos browsers encargados de reclutar firmantes, han hecho suyos los estilos de cierto lenguaje digital* que se producen en cascada, así llegan a mi ordenador [también en cascada] un sin fin de peticiones.
En este punto, tal vez debería de iniciar ya mismo mi particular petición y, exigir que todos los Browser peticionarios me exceptúen de su portafolio en forma perpetua. Y por qué no, también sugerirles que acompañen tal firmita, con algunas moneditas, como para dar mayor contundencia a mí acción peticionaria.
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*Lenguaje digital de estilos CSS o Cascading Style Sheets
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