Recuerdo ahora, cuando era un crío por los años 70´s, poseía unos zapatos llamados macarios, eran simplemente descomunales y, diablos como me gustaba usarlos. Más ahora, que lo veo desde la perspectiva que da el tiempo, en consecuencia, la serenidad, la calma y el buen juicio y, sobre todo un elemental respeto por un elemental gusto, que proporcionan los años, es que me pregunto, a quién se le ocurrió tal innovación grotesca, y cómo pude haber disfrutado de tal experimento, en fin. No puedo encontrar otro símil para ilustrar aquellas tabas* como la que usan los clowns o payasos, simplemente gigantescos, titánicos, descomunales y endemoniadamente feos, pero re-diablos cómo me atraía ponérmelos. Los repujaba y pulía desde, uno simple con un pañito y agua, hasta uno militar con su betún apropiado, dejándolo tan brillante y reluciente como aquella idea que dio origen a este esperpento.
De hecho, también los usaba acompañado de alguno que otro pantalón acampanado. Sí, viene a mi mente cual oleadas, aquellas imágenes y recuerdos pasados, ahora que estoy mirando una fotito familiar que compartieron conmigo mis hermanos, extraída no sé de qué baúl de las abuelas. Allí estoy calzando y vistiendo tales. Y lo que más destaca de esa imagen y que me llama la atención, son aquellas plataformas sobre las que estoy parado, los épicos zancos llamados macarios.
Recuerdo también haber visto pues yo ya no lo viví, a jóvenes que además de lo referido sobre el calzado, también era de uso común camisas coloridas y estampadas, infaltables en cada vestuario juvenil, se usaban por fuera del pantalón, se abotonaba solo hasta el tercer ojal, pues los otros dos o hasta los tres restantes superiores, pues, no se los cerraba; tenían que estar abiertos, a manera de telón para mostrar el "pelo en pecho", que aquellos jóvenes setenteros, presumían de esa manera. Y era muy bien visto tener su lanita* en el pecho y, como tal, pues había que hacer ostentación, gala y, hasta con cierto grado de arrogancia frente aquellos coetáneos que eran lampiños**, no obstante, también, ellos realizaban dicha práctica, pero atinaban a mostrar un adorno, como collarcito o cadena para no dejar sus pechos áridos y libres de pilosidad.
Felizmente cuando era un joven, ya eran los ochentas y noventas, todo aquello ya había quedado en el olvido.
Yo, desde luego tenía mi "lanita en el pecho", pero para aquel entonces, ya era sumamente extemporáneo realizar dicha práctica, de manera que, solo atinaba a regodearme de mi pilosidad ante el espejo extrañando esos años setenteros por no haber podido compartirla a través de mi persiana colorida.
El hecho es que, una postal perfecta de aquellos jóvenes setenteros era, pelo en pecho exhibido a través de las camisas floreadas, a manera de persianas abiertas, que se unía en comunión con pantalones acampanados, y el cinto o correa que los sujetaba, desde luego, tenía también que ser super ancha con la hebilla no menos prominente y, toda aquella figura asentada sobre su pedestal, llamado marcario.
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*Tabas. Para este caso zapatos.
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