Particularmente, me resulta más placentero andar en mi cleta que en cualquier otro vehículo de cuatro o dos ruedas, donde la experiencia de manejar es muy estresante.
Y es que las ciudades del mundo
se han convertido en remedos de la Calcuta India. Acá en mi ciudad, las calles
no están diseñadas para soportar el intenso tráfico y, menos la ciudad para
soportar a los impenitentes conductores.
A diferencia de otros ciclistas,
que orgullosos enfundan sus cabezas en sus cascos anti golpes, yo prefiero que
el viento golpee mi cabello, cuando en verdad, por la edad, ya no tengo ni un
pelo en la cabeza. Ni gafas antirreflejo, pues las que uso, son anti miopía que
padezco crónicamente, y éstas aún cumplen su función a cabalidad. Necesito de la
experiencia de sentir las gomas y los fríos fierros de sus manubrios en mis
manos, por lo que no necesito guantes. Y así me monto sobre su lomo y a cabalgar mi jungla citadina.
Un buen ciclista, o que se precie
de serlo, debería saborear un cierto grado de impunidad, que da el hecho vivir
en el tercer mudo, pues se puede circular en cualquier sentido de dirección,
deslizarse por calzadas, anchas o angostas, esquivar peatones intrusos que osen
atravesarse en nuestro camino, y salir indemne y veloz de cualquier embotellamiento
infernal.
Puedo estar en cualquier calle, dribleando
los baches, pues en esta ahuecada ciudad los hay de todas las formas tamaños, más luego estar disfrutando en cualquier parque, escrupulosamente cuidado, o en las
bahías del océano pacífico, saboreando su húmeda brisa. Voy allí donde las
fuerzas de mis piernas me quieran y puedan llevar.
Es la excusa perfecta para eludir
las preguntas incómodas, por qué no usas tu vehículo, o por qué no tienes carro.
Sólo te endilgas la etiqueta, ecologista, o ecomovilidad, y superaste el trance y el hecho de
estar más chiuan*, que cierta congresista nacional.
Me considero un purista auténtico
en cuanto al diseño de este noble invento, debería ser preservado tal cual vio
la luz, en consecuencia, partidario de castigar con el azote de la indiferencia, a aquellos que osan en colocarle
ruidosos motores, pues lo son en extremo molestos. Los olores de nafta y aceite,
que de estos se desprende, son insoportables. No, definitivamente no, su origen
debería ser preservado tal cual. Sólo dos ruedas, su asiento cómodo y su
manubrio.
Y ahora, voy a por ella, pues esta
actividad, la puedo realizar en mi ciudad, durante todo el año, no hay verano
que sea extremadamente sofocante, ni invierno demasiado frío que me impida salir a dar a
diario un paseo.
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*Chiuan. Para todos los casos, interprétese como, misio.
**Misio. Para este y todos los casos, sin dinero.
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