Han reparado en algún
programa culinario por la tv, en especial donde los críticos o jurados tienen
la tarea de evaluar los platillos que les presentan para su examen y cata. Diablos,
me pregunto, acaso en realidad sus papilas gustativas perciben todos esos
sabores, texturas, perfumes y toda esa gama espectacular de cuadros, detalles y
descripciones que hacen al respecto y nos lo narran.
Al ver y escuchar
ello, pienso, que sus paladares, no son simples paladares, tal vez acaso poseen, o estén dotados de algo así como, super tactos gustativos, creo que ni el dios de los paladares, pueda hacer la
descripciones pormenorizadas y complejas que ellos logran arrancar a cada bocado
evaluado y que una a una, o todas a la vez, sus papilas les van susurrando lo
que van explorando, mientras disfrutan el convite.
Me pregunto, si acaso
en cada bocado que realizan, reflexionan, recapitulan, vuelven a evocar, comparar
y buscar en su atlas personal de recuerdos, las imágenes, olores, texturas,
sabores y en fin toda esta gama de argumentos que nos lo hacen saber con
términos, que al menos yo, jamás hubiera pensado en describir como, por ejemplo,
un simple pescado frito con alguna guarnición, o cualquier pasta con algún otro
elemento, o en fin cualquier platillo.
Pues no hay
manera de percibir aquello que describen, y es que, cómo se siente un estallido
de sabores. O cómo puede acariciar mi boca, una tenue y satinada textura de una
corteza caramelizada de cualquier proteína vegetal o animal. Ni siquiera logro concebir
a cabalidad lo que me quieren decir, menos tal vez encontrar aquellos sabores
que según, el juez o catador a cargo de tal proceso, estos sabores se hallan presentes en el plato en cuestión.
No, mi paladar no entiende ni percibe lo que estos sibaritas culinarios
sintetizan como, un relámpago de un verano en tu boca al morder un vegetal. O qué
es, el bouquet de sabores que los transporta a un éxtasis perpetuo de un filet
mignon a término medio.
Quizás lo más
obvio que puedo y logro percibir de aquel filete de carne presentado, es que su
espesor es de acaso cinco centímetros o más, y diablos, pesa de seguro un kilo cada uno.
¡Diablos y demonios gastronómicos!, Pensar que, en mi casa, cuando se me antoja
un bistecito, apenas llegan a unos pocos gramos, y su espesor no llega ni a
medio centímetro. De allí presumo que les encante, este tipo de carnes medias
crudas y sangrantes, pues no hay un fogón del infierno que logre cocer dicho corte. Lo llaman como término medio, tres cuartos y, en fin,
todos los quebrados que quieran, pero para mí, no hay manera que me den uno de
aquellos, a menos que este super y bien cocido, sin el menor rastro de sangre,
porque así lo quiero, así debería hacerse y así será, aunque sea sólo en mi casa.
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