Me encanta ir a trotar, pues es como un
disfrutar de un paseo aprisa, pero sin la vertiginosa presión de llegar
extenuado y super cansado al final del recorrido que te da un sprint, o algo más
largo como, una carrera de más aliento, una mini o media maratón porque me
resultaría espantosamente estresante, además mi idea de disfrute, prima sobre
el recto propósito de encadenarme a una tensión física excesiva, que no la
necesito ni deseo. Se trata más bien de liberar un poco de péptidos en forma de
endorfinas para mi regocijo personal.
Sólo es mi estilo de vida que siempre he cultivado,
va con mi uso y forma de vivir y disfrutar de lo que hago. Sí sólo eso, y menos
de aquello que se parezca a favores que provee a la salud corporal o espiritual,
la práctica de cualquier tipo de deporte.
Voy solo, y con la compañía de mis
reflexiones, sin la menor profanación de cualquier otro adminículo, como audio
música y / o menos aún de lo blasfemos que resultaría llevar a esta sagrada
práctica, algún móvil. Diablos, no alcanzaría el deleite completo, ahuyentará mi
idea de diversión y disfrute de estos paseos, sin la concurrencia de todos mis
sentidos por las odiosas distracciones de aquellos dispositivos móviles.
Me gusta esta práctica, porque es muy personal
e íntima, de hecho, lo que más odio de los deportes colectivos, es la dependencia
de otros para alcanzar un bien común, es una especie de comunismo encubierto, donde
unos alcanzan el beneficio a costa de otros, y dado a que me gusta mi singularidad, lo que me exime de la aprobación o desaprobación gratuita de un
colectivo.
Me encanta ir a mi propia cadencia, lento o
rápido es irrelevante, se trata de regocijarse del camino sin fijarse en la
meta, porque eso no es lo mío.
Y el lugar para su práctica, me resulta también
irrelevante, pero eso sí, ineludiblemente tiene que ser un espacio abierto, no
puedo reducirlo a un circuito cerrado o cercado. Un bosquecillo, en los acantilados
de la bahía, o por el borde de la playa, y hasta las vías urbanas de la ciudad
son adecuadas para mí, en fin, no discrimino, más bien aprecio y saco provecho
del medio donde estoy.
Hasta mis atuendos, están exentos de alguna
regla, no preciso de marcas, formatos u otras cualidades que, afanosamente otros
seres, se esmeran y en ese afán salen a mostrar(se). Se trata más bien de calzarse y vestirse con lo más cómodo y simple posible.
De manera que, y a modo de corolario, salgo a disfrutar del proceso, en vez de mostrarme en él.
Comentarios