Después
de años de dejar de conducir mi vehículo, nuevamente vuelvo a hacerlo. Todo el tiempo para mi transporte lo hacía haciendo uso de mi cleta*, y en ese tiempo que andamos juntos, nos hemos convertido en inseparables amigos pues vaya donde vaya siempre me
acompaña.
Mas
ahora que, nuevamente tengo que usar mi vehículo para transportar a mi prole a
sus centros de estudios, es que me veo en la obligación de realizar dicha
tarea.
Es así que, ni bien salgo de casa y antes de llegar a la primera intersección, de pronto un vehículo intruso cual endemoniado rayo, se cruza por delante, sin la mínima advertencia, cuidado, o contemplación. ¡Diablos! freno en seco, por poco y colisiono, seguro anda apurado pienso, ni hablar lo dejo pasar, pues estoy muy pero muy seguro que, está en alguna situación de urgencia que acredite tales maniobras, no lo dudo ni por un segundo.
Retomo
mi marcha ... Ahora como conductor regresado al redil, pensé que el tránsito
había mejorado un poco, en todo este tiempo que dejé de hacerlo, pero todas las
calles están repletas de vehículos de todo tipo, de 18 ruedas, los otros de ocho,
de cuatro que son la mayoría, y bueno de aquel tiempo a esta parte, las
calles están colmadas también de vehículos motorizados de, dos ruedas, y hasta los de tres, en fin. ... Y esta marcha, es relantizada aún más por los innumerables semáforos que hacen avanzar muy poco, por lo que decido tomar una boca
calle libre, para dirigirme por allí, y me dispongo a tomarla, pero como por
arte de magia, aparece de la nada un vehículo y se planta en medio del crucero peatonal
y vial, bloqueando toda posibilidad de salida, pues del otro lado la hilera de
carros espera al cambio de color del semáforo que al parecer anda algo
malogrado, y ahora este tipo me bloquea, no obstante, de haber visto que el
semáforo de este lado está en rojo y de nada le sirve a avanzar un metro o dos,
al contrario con dicha acción, tapona más el cuello de botella, que es en lo
que se ha convertido todo esto, en este punto ya me asaltan ciertas dudas
respecto de su conducta vial, pero le doy chance y apuesto que se le escapó el
freno y no tuvo mas remedio que dejar que el coche se deslice un metro más, o dos, o cinco. Me
niego a creer que sea imprudente, y menos temerario, o con escaso sentido común,
en fin.
Por
fin, consigo salir del atoro, y ni bien empiezo a tomar el otro carril un
motociclista se cruza, sin señal, sin claxon, sin nada, y con la velocidad de
un rayo, cual liebre salvaje escapando de algún predador. Y aparece otro, y otro más,
tan o más veloces que sus predecesores, y diablos van dribleando de un lado
para el otro, y hasta veo que circulan en dirección opuesta al sentido señalado para la conducción, me digo para mis profundos adentros, que seguro tienen que dejar
los repartos ya mismo, pues de lo contrario quizás los despidan.
Será mejor tomar la vía rápida para avanzar con más prontitud y de manera más fluida, pienso, y me dirijo a ella, y si, en efecto
avanzo un poco más rápido unos cuantos metros, pero de pronto el tráfico se
hace menos fluido, y avanza lento en todos sus carriles, … más, más y más hasta
el punto de tornarse en una especie de procesión, pero en esta procesión no hay
santito alguno, ni banda, ni cucufata alguna, solo vehículos, ¡diablos! voy a cinco kilómetros por hora y es una vía rápida o expresa.
Pasa
media hora, y sigue esta romería, trato de escapar buscando alguna salida, pero
todo está copado, de manera que no me queda de otra que, al igual que en una procesión
sólo tienes que dejarte llevar por esta marea vehicular. Pasa media hora más, y
se avanza poco, ¡diablos! En este punto pienso acaso debería salir del auto y
estirar un poco las piernas y hacer un poco de ejercicio de soltura muscular,
pues ya tengo agarrotadas todas las articulaciones, pero creo que no sería
legal realizar aquello.
Al
fin, después de otra media hora, llego a destino, ya no sé ni cuantas medias horas he ido sumando hasta este punto. Me dispongo a regresar a
casa. ¡Ah pero ahora sabiamente evitaré la "vía rápida"!, y tomaré algunas calles alternas
vecinales.
Cuando
estoy cerca del distrito donde vivo, de pronto percibo unas circulinas de colores
tras mío, y escucho a través del altavoz del vehículo patrullero, que me indica que me orille a un lado de la
calle. ¡Diablos y demonios!, sí, de esta mordida** no me salvo, pues para estos
tipos no hay reglamento real o imaginario que, haya omitido o cometido, de
manera que, no hay de otra y a echar "mano a mis bolsillos".
De
manera que, al arribar a casa no se si coger un endemoniado cerillo y prenderle
fuego a mi carro, pero creo que al igual como en esas relaciones, en la que estás
harto de tu chica, o al revés y, quieres romper con ella, y para no ser desconsiderado
le dices: “no, no eres tú, soy yo”. De manera que por ahora dejo esto de la pirotecnia
a un lado y hago la promesa absoluta y condicional, de no volver a conducir nunca
más un vehículo, al menos no en esta ciudad distópica.
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*Cleta, apodo de
bicicleta.
**Mordida, para este
y todos los casos dícese de la coima.
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