... Ante la evidente imposibilidad de lograr que cualquier texto sobre ciencias duras o blandas y, otras materias relacionadas con la academia formal, llegue a la mayoría de la gente, para que de algún modo todo este conocimiento generado no se pierda en el olvido y cumplan con algún otro objetivo, aparte del muy noble que se los concibió, como apolillarse en los anaqueles de las bibliotecas de las universidades, de los institutos y en fin, de cualquier otra institución académica. Entonces, es hora de repensar en nuevos formatos para dar paso a una eficiente y vasta divulgación. Cualquier documento científico o formal, en general, sigue ciertas pautas básicas y estrictas basado en la formalidad y rigor, en consecuencia, también la redacción y su formato de presentación responde a dichos parámetros. Se trata entonces, de buscar un vehículo más amigable para utilizarlo como contenedor, y este contenedor que recoge el conocimiento, tiene que romper con los viejos esquemas, para o...
Motivado por mi grado cada vez mayúsculo,
y máximo rechazo a como la ciudad se ha transformado en un monstruo irreconocible, donde entre otras cosas, el tránsito de peatones y conductores impenitentes,
resulta como un acertijo indescifrable, quizás normado por la supresión de
cualquier sentido práctico o común de una convivencia racional, y que sólo es
superada por reestrenadas primigenias formas de sobrevivencia, a costa de todo
y de todos, en fin.Quisiera dejar de lado todo esto e iniciar una nueva ciudad,
o cuando menos un feudo particular y privado, basado en mis particulares
estándares de disfrute personal.
En esta ciudad ideal y
autogenerada por mí mismo, no pago impuestos, ni de hecho me los despojarían,
ni los buenos ni los malos. No hay jerarquías burocráticas de ninguna letra, ni
nivel, como las fácticas de carne y hueso, que tratan de esquilmar los bolsillos. Puedo segregar a mis vecinos, a los no tan vecinos, así como a mis
amigos y enemigos. En esta particular ciudad no hay caos, embotellamientos,
pues no existen vehículos, solo cletas*, para disfrutar plenamente de sus
cuantiosas áreas verdes y ensenadas pródigas. Esta sería por antonomasia una
ciudad limpia, en cualquiera de sus acepciones, o lo que se apetece entender
acerca de este concepto. Es más, tal vez yo, como el único y real habitante de
esta magnífica utopía…, y acaso si viviera entre nosotros Tomás Moro, apuesto
que pujaría por integrar la suya a mi particular ciudad, por lo cool y genial
que vendría…, entonces, yo como iniciador de dicha cofradía, sería el responsable se segregar quienes deberían de integrarla.
Pensaba en adquirir en los
extramuros de la ciudad, alguna propiedad, o cuando menos un terrenito baldío,
donde iniciar una vida eremítica, pero dado a las cuestiones del tambaleo
perpetuo de nuestra hacienda pública, en consecuencia, mis finanzas
particulares han resultado en algo así como, un juego de prestidigitación,
donde poner en la mesa, si no al menos un conejo de vez en cuando, resulta algo
así como iluso, por lo que sería más
apropiado poner en ella, cuando menos el
pan nuestro de cada dos o tres veces por semana, en vez de hacerlo diariamente. Más todas estas cuestiones económicas son como un juego azaroso, por lo que, para plasmar mi estilo de vida debería de explorar otros modos
y maneras.
Inicié una exploración por los "dominios binarios", ahora que aparejamos
de realidades aumentadas, virtuales. Pensé que sería una opción interesante para eludir nuestra existencia cruda, pues a nadie, al menos no en su sano
juicio, le encanta convivir con otros seres que hacen de la ciudad su "chacra", entonces pensé que estas meta-ciudades ayudarían a escapar de nuestro bárbaro talk show doméstico.
Pero dado a que tal ciudad algorítmica, digital, utópica, etc, como yo la imaginé, no la hay, al menos en la forma como la deseo, pues al final de cuentas estas binarias pretensiones tienen también el mismo objetivo que cualquier ciudad real, de generar usufructuo, en este caso para los creadores de estos emprendimientos virtuales. Pero los pasivos ambientales productos de estás experiencias lúdicas, resultan que son exponencialmente contaminantes, quizás más aún que una verdadera ciudad hecha y derecha. Por lo que, seguiré en esa búsqueda, de aquella, hasta ahora esquiva, imaginaria ciudad. Mi particular ciudad utópica, propia, solo para mí.
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*Cleta. Bicicleta
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