Parte inicial, primera o la que sea
En casa ya teníamos esa noble costumbre de segregar la basura, en realidad, es mi mujer la que la inicia hace buen tiempo atrás. Mucho antes que esta moda del reciclaje de la doméstica basura llegara a las comunas vecinales.
Aún, ante mis dudas razonables de realizar esta mentecata tarea, y basado en la certidumbre de vivir en un país donde los conceptos de sustentación ambiental o ecológica, son totalmente exóticos, en consecuencia, irrelevantes, pues el tratamiento que se le da a nuestros desechos caseros y de toda la ciudad -si acaso exista alguno-, tenía y tengo la certeza que es inexistente. Pues con las justas atinan a colectarlas en algunos distritos, si tienes suerte, seis veces por semana, caso contrario, una vez a las quinientas. y cuyo único destino final de todas ellas, sé que es uno, o varios muladar, en los suburbios de la ciudad o en alguna orilla de una playa alejada. ¡Ese es el único y gran tratamiento!.
Pese a mí persistente desconfianza por todas estas certezas recurrentes, pero ante la convicción firme y la obstinación perseverante de mí mujer, y dado a su sensata argumentación, sobre usar, reusar y volver a re-reusar todas las bolsitas que llevamos a casa, para luego una vez concluido su ciclo de vida útil, apartarlas en un contenedor diferente de la basura orgánica, En consecuencia, con este nuevo hábito doméstico, y solo con esta pequeña acción, ayudaríamos a sanar un poquito a nuestro planeta, por lo que todos en casa, no sumamos a ella.
Bueno, ya nos habíamos acostumbrado a apartar todas las bolsitas plásticas del resto de desechos, y
hasta reusábamos ellas.
Pasado un buen tiempo, quizas un año o dos, debo
confesar que, cuando recibimos los contenedores, negro y verde, por parte de la
comuna donde vivimos para segregar la basura orgánica, de la reciclable, tuve
que andar con la cola entre las patas, y darle toda la razón a mi mujer, aquella que, desde que inició estos trajines ecológicos,
yo, le había mezquinado, y tras este suceso, ella orgullosamente, se yergue
como vencedora, y ve con satisfacción como los conceptos de sostenibilidad y cuidado del medio
ambiente, al parecer han llegado a nuestra comunidad, y me lo echa en cara, y yo,
sólo atino a replegarme sobre mis chapuceras dudas y vacilaciones …
Así
que ahora resignado observo a mi mujer como, generosamente lava y enjuaga y
vuelve a relavar, todos aquellos envases, botellitas, u otros containeres
descartables, que alojaban ciertos refrescos, yogur, aceite, algún
fiambre, en fin, cualquier elemento liquido o sólido, adquirido para satisfacer nuestro
apetito consumista en casa, pues la reglamentación de uso de los contenedores
de reciclaje asignados a nuestra custodia, así lo exige.
Al parecer todos estos depósitos los quieren super limpios y diáfanos, sin alguna "huella" de sus
antiguos inquilinos. Ahora, por el ejercicio de ese afán, resurgen en mí, nuevas dudas, pero ahora, centradas en el hecho de ejecutar al pie de la letra la recomendación antes indicada. Entonces esto del reciclaje está dejando una "huella", pero ahora en mis bolsillos, pues
veo que la facturación del servicio de agua, se ha potenciado exponencialmente.
Por lo que me veo en la necesidad imperiosa de tomar medidas drásticas, para contrarrestar
el “estrés hídrico económico” que está provocando en mi enclenque economía.
Por consiguiente, y en nombre de un ahorro freático, limitaré a racionar mis baños
personales, así como también, la descarga de mi urinario personal, hasta cuando el líquido de éste,
adquiera una coloración amarillenta máxima tolerable, todo ello para contrarrestar la facturación por
la demanda hídrica no contemplada, al tratar de dejar inmaculada la basura a reciclar.
Reúno a la familia, expongo y les hago ver lo razonable de mis decisiones, basadas principalmente, en el hecho que estaríamos originando un consumo desmedido del líquido elemento, si persistimos con la tarea de relavar y volver a lavar cuanto envase se nos ocurra antes de su alojamiento en el tacho de la basura.
Por lo que, las invito cordialmente a seguir mi sabia y personal decisión, respecto de mi aseo y uso del retrete. Es más, les hago
ver que, no es moralmente compatible con las buenas y sanas prácticas ambientales, y en nombre de deshacernos
de las huellas hídricas familiares, pues, esto de bañarse diariamente y, más aún hacerlo en la mañana, y volver hacerlo por la tarde y/o noche, pues, no es eco
amigable. Hasta les expongo, basado en cierto evangelio mío apócrifo, que no
es cristiano realizar los baños diarios, pues ni Cristo y sus seguidores, lo
hacían en antaño, así que, porqué hacerlo nosotros. Pero al parecer, lo que yo
lo veo como pasivos hídricos, para el resto de los miembros de mi unidad
familiar, no lo ven de ese modo, y no comparten la misma idea. Por consiguiente, yo,
como único seguidor de mis propias reglas, me resignaré a meterme a la regadera,
sólo cuando los dípteros* me estén rodeando como, aguiluchos sobrevolando a su
presa …
continuará
---
*Dípteros. Para este caso moscas y mosquitos.
Comentarios