No
sé por qué, cómo, pero de cierto modo me hallé en medio de una plática sobre algún
hecho trivial, de aquellas cosas que se comentan entre camaradas, amigos,
conocidos, y no tan conocidos.
La
verdad que no soy partidario, ni discrimino religión, secta, hermandad, congregación,
cofradía, culto, o dogma alguno, al contrario, pienso que un rio puede tener muchos afluentes.
Mis
chácharas, hasta ahora, con otras personas eran más o menos comunes o
corrientes, pero ni bien empecé a departir con ellos, todo se hizo evidente.
-
Si en efecto hermano (dice un colega), muy cierto y
si nos remitimos a Proverbios 19, el salmista relata que, “el que posee sabiduría
tendrá garantizada la prosperidad”
-
Si bien dicho, (dice el otro hermano), ¡ah! y si recuerdan
también, Proverbios 8: 18-19 “yo amo a los que me aman”, y también recalca que,
“es mejor mi fruto que el oro”
-
En 1ra de Juan 4-19 (remarca alguno de ellos), “el que tiene al hijo
tiene la vida, todo aquel que ama, ha nacido en él, y quien no ama, no lo ha conocido,
porque Dios es amor”
-
¡No es cierto hermano!, cómo juzga todo esto, … (los dos colegas se dirigen a mí,
lanzándome la interrogante)
De
pronto, me encontré en aquellas embarazosas situaciones en la que todo mundo
espera, aguarda y se allá desmesuradamente expectante respecto de uno.
En consecuencia, las personas con las cuales estoy departiendo, están en posición relajada aguardando alguna réplica, cierto reparo u objeción, o alguna glosa mía respecto de lo que se argumenta, pues ya la pelota se halla en mi cancha.
¡Diablos
y demonios religiosos y deportivos!, ahora me digo por qué no fui un alumno aplicado en el curso de religión. ¡Oh! si al menos si hubiese puesto un poco de
atención a las lecciones que el “curita” del colegio porfiadamente nos impartía.
Al menos ahora, tendría algún marco teórico
a referenciar, citar, o remedar, al menos para paliar la situación y salir indemne
del aprieto.
En
este punto que la pelota está de mi lado, - y la verdad es que tampoco sé mucho
de futbol o algo parecido a esto, como para poder deducir dónde se encuentran las
tribunas, la cancha, o cuál es el tablero, o diferenciar entre la portería
contraria de la mía, y menos deducir cuál es el balón -, seria genial, ya mismo,
una ayudita divina, una mínima iluminación que acuda a mi rescate.
De pronto … lo veo claro como el agua, y está allí:
¡Marcos 67: 2-24!
-
Y respondo… sí plenamente, cómo podría estar en desacuerdo, muy acertados sus
comentarios, y les quiero compartir un pasaje que me viene ahora mismo a la
memoria, apropósito de lo que hablamos, y que se narra en, Marcos 67: 2-24, “nada
en la vida se puede comprar y preservarlo hasta la eternidad, al menos aquello que
valga la pena, más aquello que se consigue con amor, eso será imperecedero”
Y
procedí a despedirme de ellos, más rápido que apurado, pues no vaya a ser que
después de examinar reflexivamente mi cita bíblica, vayan a descubrir que el
libro de Marcos, tiene sólo 16 capítulos, y que lo referenciado no está en ningún
salmo, del viejo, o nuevo testamento, ni ningún otro hace mención de aquello. Aunque
la verdad, me hubiese gustado que dicha cita correspondería ser anexada cuando
menos a cierto evangelio apócrifo.
Y
me fui de allí, dando trancos raudos, pues esto de las mentirillas sé que tiene
patas cortas y acaso estas me vayan a alcanzar, pues esto de Marcos es sólo uno
de mis nombres, y los numeritos sólo hacen referencia, alguna fecha calendárica de un onomástico.
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