Los dulces chancaysitos y los logins digitales
Supongo que a cierto genio de la informática que no le gustan los biscuit o galletitas en cualquiera de sus formas y variantes, y que en cualquiera de estas, desde la más humilde elaborada artesanalmente hasta las más industrializada [pues] son simplemente unos adorables dulces. Trato de buscar la razón o cierta inferencia lógica, que me proporcione algunas pistas para entender por qué cuando se trata de realizar cualquier login de captura de información personal, [en nuestros aparatos digitales] a ese archivo de texto oculto que captura nuestra información personal, se lo bautizó con el nombre de cookies. No logro captar el vínculo entre nuestras delicias producto de la genial alfarería culinaria y una galletita digital.
O al contrario, a estos tipos que se encargan de amasar y hornear algoritmos digitales, son demasiado fanáticos de las galletitas reales que los llevó a bautizar con el nombre de cookies a los procedimientos digitales que capturan toda nuestra data personal. Particularmente este nombrecito de cookies o "galleticas" las asocio con algún lonchecito vespertino.
De cualquier modo, siempre que ingreso a este gran basto y surtido mercado digital de la "red", cada vez que me apresto a examinar cualquier página alojada en ella, pues primero antes de pinchar en ese sitio, me santiguo* prolijamente en la frente y, también por si acaso, santiguo a mi ordenador y, por medio de una breve letanía, le imploro a cualquier santito bienhechor, o al dios del "buen algoritmo", que “por favorcito” me toque una página que no esté plagada de los“dominodiosos” ** avisos de marketing.
Y como si ya no fuera suficiente, con los profusos e incontrolables algoritmos publicitarios que, han encontrado en los dominios digitales su perfecto caldo de cultivo, para que todos ellos y al mismo tiempo, de cualquier género mercantil, se irradien sin control y, como corresponde a esta posición de dominio, pues, subrogan a la verdadera información de cualquier sitio digital a un plano arbitrario y secundario. Claro, por cierto, sí logras descubrir o segregar cual es el contenido real, ya que estos algoritmos, tan igual y más eficientes como los métodos que se produce en los ecosistemas y ambientes naturales de sobrevivencia extrema, en donde, algunas especies se mimetizan con su entorno para pasar desapercibidas y mantenerse a salvo. Acá, sucede algo parecido, pero es lo opuesto, su sobrevivencia no está en peligro y, sin embargo, estos pop up han desarrollado tácticas y estrategias de camuflaje, al grado que parecen ser parte misma página. Por lo que toman la apariencia y el formato donde se plantan. En consecuencia, si no eres más o menos ducho en lograr descubrir, dónde está la pestaña, que permita cerrarles el paso y darles un portazo en la cara, pues te pasara lo que a mí. Cuando me doy cuenta que la ventana que abrí no es la que estoy interesado, si no es aquella que me quieren vender u ofrecer algo, es cuando caigo en la cuenta que lo que estoy mirando es purita publicidad.
Entonces como si ya no tuviéramos suficiente con toda esta estampida publicitaria viene a completar el círculo perfecto invasivo, esto de las “políticas de las cookies”. Sí, ahora entiendo por qué esta palabrita de “política” entendida en cualquier sentido está muy venida a menos. Ya que ni bien pinchas la dirección de cualquier URL, también de arranque viene y se planta escandalosamente y en el centro de la interfaz gráfica de tu ordenador, ese requerimiento intrusivo y con su manto de oscuridad te veda el contenido real y no te permite acceder a él, hasta que, no autorices explícitamente que le das derecho expeditivo para que te fisgoneen mediante su galletita. Y si rehúsas, pues, cierra su ventana y baja su cortina y te quedarás plantado. Sí, bien plantado y sembrado como en aquellas “citas de antaño pre digitales”, en donde a cierta chica a la que querías conquistar, la invitabas a cierto lugar, pero ella nunca asistía, dándote a entender explícitamente que no le interesabas en lo más mínimo... bueno eso me han contado. ¡Sí claro!
Por lo que la navegabilidad en la red, tranquila, sosegada y libre, parece ya una quimera. En consecuencia, la próxima vez que ingrese a ese vasto mercado digital, lo haré en compañía si no, de una galletita real de carne y hueso, o cuando menos de ciertos bizcochitos; o mejor aún, en compañía de nuestros nativos y bien ponderados chancaysitos*, para que luego de una mordida a estas delicias gastronómicas, su dulzura y sabor me alienten y no desfallezca intentando encontrar un dominio o subdominio libre de estas mentecatas cookies. Aunque dicha tarea, sé de antemano y doy por sentado que será otra utopía.
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*Santiguarse. Para este caso, se realiza un breve y prolijo exorcismo en forma de cruces.
**Dominodiosos. No sé, por qué se me ocurrió esta palabrita, pero va genial con esto de las pautas publicitarias que son todas sin excepción odiosas, en fin.
*Chancaysito. Una delicia panadera horneada propia de estas tierras, cuyo nombre es un epónimo de la región donde se ideó. Este "pastelito" es rico en abundantes carbohidratos y por supuesto, como debe ser, con su brutal dosis de azúcar procesada.
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